volver al menú
 

 

La figura del director espiritual II

P. Gabriel Ángel Villa Vahos


b) Cualidades del director

Cualidades técnicas

Santa Teresa lo sintetiza así: el director tiene que ser sabio, discreto y experimentado.

Ciencia. La ciencia del director espiritual ha de ser vastísima, porque aparte del conocimiento profundo de la Teología dogmática, sin el cual se expone a errar en la misma fe al emitir su dictamen sobre fenómenos aparentemente sobrenaturales, y de teología moral,  sin la cual ni siquiera podrá desempeñar convenientemente el oficio de simple confesor; ha de conocer a fondo la teología ascética y mística, principalmente lo relativo a los principios fundamentales de la vida espiritual: en qué consiste la perfección, a quiénes y de qué manera obliga, cuáles son los obstáculos que hay que apartar, las ilusiones que se han de evitar, los elementos positivos que es preciso fomentar.

Discreción. Del verbo latino discernire: distinguir, separar, dividir. Con esa expresión queremos significar un conjunto de cualidades que miran ante todo a la claridad y penetración de juicio para distinguir en cada caso lo verdadero de lo falso, lo recto de lo torcido, lo conveniente de lo perjudicial. Es una de las dotes más importantes que debe poseer el director espiritual. Esto supone, prudencia en las decisiones, claridad en los consejos y firmeza y energía en exigir su cumplimiento.

Experiencia. Es una de las más preciosas cualidades de que debe estar adornado el director espiritual. Debe ser de dos clases esta experiencia: propia y ajena.

En la experiencia propia está incluida una prudencia exquisita, junto con la ciencia competentes de los estados místicos. Se requiere del director una experiencia personal de oración y discernimiento de los carismas. San Juan de la Cruz advierte que para guiar estas almas, el director además de sabio y discreto es menester que sea experimentado. Porque para guiar el espíritu, aunque el fundamento es el saber y la discreción, si no hay experiencia de lo que es puro y verdadero espíritu, no atinará a encaminar el alma en él".

Cualidades morales

Cualidades que sin ser absolutamente indispensables para la técnica de la dirección, contribuyen poderosamente a su complemento y perfección.

Intensa piedad. La piedad del director espiritual debe estar informada por los grandes principios de la vida cristiana. Debe ser eminentemente cristocéntrica. Todo debe girar en torno a la gloria de Dios.

Celo ardiente por la santificación de las personas. Consecuencia inevitable de la anterior. Si la piedad del director es profunda y ardiente, su celo por la santificación de las personas  alcanzará la misma intensidad.

  Bondad y suavidad de carácter. El celo ardiente corre el peligro de convertirse en una intransigencia e incomprensión arisca si no se ve contrarrestado con una inmensa bondad y suavidad de carácter. Lodecía san Francisco de' Sales "se consigue más con una gota de miel que con un barril de hiel". El director, en efecto, ha de estar animado de sentimientos verdaderamente paternales, obsesionado únicamente por la altísima misión de formar a Cristo en las personas que Dios le confía. Ha de ser para ellas el báculo que sostiene, no el palo que hiere y lastima. Todas las personas necesitan ser tratadas con bondad.  

Profunda humildad. El director necesita también una gran dosis de humildad por tres razones principales: 1: Porque Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. 2: Porque el humilde desconfía positivamente de sí mismo: estudia, medita, consulta si es preciso. 3. Por el crecimiento en libertad de las personas. La humildad atrae y cautiva a todo el mundo. Una reprensión hecha con humildad se recibe con gusto y agradecimiento, pero si se hace con soberbia y altanería, enojará a quien la recibe y causará mayores daños.
                                                                                                                              
Perfecto desinterés y desprendimiento. El director ha de amar a quienes le han solicitado su ayuda, no por las satisfacciones y consuelos que puedan proporcionarle, sino únicamente para llevarlas a Dios. San Agustín advierte enérgicamente que "los que conducen las ovejas de Cristo como si fuesen propias y no de Cristo, demuestran que se aman a sí mismos y no al Señor". Ni siquiera ha de importarle nada el agradecimiento o gratitud del dirigido. Ha de posibilitar con toda serenidad que las personas puedan alejarse de su dirección espiritual y ponerse en manos de otro sin haberles dado ningún motivo para ello.
                                             
c. Tareas del director espiritual

La fidelidad y respeto a la persona exige sobre todo que el director ponga atención al ser del dirigido y a su situación humana y cristiana; en armonía con esta identidad original vendrá la propuesta de la vocación a la santidad y al cumplimiento de una misión concreta en la Iglesia y en el mundo. Las tareas del director se pueden sintetizar en las siguientes:

Facilitar el conocimiento de la propia identidad
El obrar debe corresponder al ser, afirma el principio pedagógico. La llamada universal a la santidad es una consecuencia natural del hecho de que todo creyentes ha sido santificado en el momento del bautismo y de que su semilla de santidad lo está impulsando hacia una plena maduración.

La primera tarea del director será la de facilitar la toma de conciencia sobre la dignidad de la persona humana y de la gracia maravillosa que supone el ser Hijo de Dios. El director, como hacía san Pablo con los Efesios, lo estimulará al crecimiento del hombre interior, a llenarse de la plenitud de Dios a través de la comprensión de su misterio de salvación y a formar gradualmente en sí el hombre maduro al nivel de la plenitud de Cristo.
.
Hacer descubrir la llamada a la santidad

Otra tarea específica del director es facilitar la comprensión del proyecto de Dios: "esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación". Una santificación que cada uno debe alcanzar en la forma concreta de vida que según la voluntad de Dios debe realizar en el mundo.

Si el dirigido toma conciencia del hecho de que la gracia pone en él el principio de la santidad y de la unión plena con Cristo, se sentirá estimulado a revestirse continuamente de Cristo. La tarea del director consiste en incitar al hermano, en llevarlo constantemente a cumplir en sí esta obra, suscitando su interés, motivándolo sin descanso a una respuesta siempre más plena.

 Dejarse guiar por el Espíritu

Después de haber recordado cómo el Espíritu es uno de los protagonistas de esta obra de santificación, aparecerá inmediatamente como función del director la de secundar sus arcanas inspiraciones en lo íntimo de la persona. Si él es el verdadero Maestro interior, todas las otras mediaciones tendrán la tarea de hacerlo conocer y de colaborar con su acción interior.

La teología de los carismas, desarrollada después del Vaticano II, facilita este trabajo del director. Tales carismas son contribuciones preciosas para la maduración del cristiano.

Dar a conocer a Jesús y su Evangelio

El conocimiento de Cristo, cuyas huellas se quieren seguir, adquiere una relevancia única en el camino espiritual. La fidelidad a Cristo, no es posible sino después de la comprensión e interiorización de tal valor, que se hace el objetivo primario de la dirección

Una dirección actualizada tendrá la tarea esencial de incitar al conocimiento de Jesús de Nazaret y de favorecer una configuración creciente con Él. Por tanto se ayudará al dirigido para que comprenda la forma histórica de la vida de Cristo y a vivirla como la única cosa necesaria, escuchando las palabras, buscando asimilarlas. Es el esfuerzo por revestirse de Cristo y de sus sentimientos.

Incitar a la constante relación de amistad con Cristo

Uno de los medios fundamentales para hacer crecer esta plenitud de la existencia centrada en Cristo consiste en favorecer una intensa búsqueda y una íntima relación de amistad con él a través de la oración. Mediante ésta el creyente desarrolla la vida divina recibida en el bautismo y ejercita aquella condición de hijo adoptivo actuando una relación interpersonal fundada sobre la fe y sobre la esperanza.

Además de los momentos fuertes de purificación y de liberación espiritual la ayuda de un sabio guía espiritual puede ser decisiva para que la persona persevere en su camino.

Estimular la unificación de la vida
.
El crecimiento del diálogo interpersonal con Cristo produce también la unificación de la existencia, la armonía interior. A esta vida unificada se llega, primero que todo, por el desarrollo y la sintonía con las verdades religiosas.

En la medida en que el dirigido, con sorpresa y gozo, toma conciencia de la riqueza de
los propios recursos humanos y espirituales y de los dones recibidos, se sentirá llamado a la asimilación de tales conocimientos y a su potenciamiento, a través de su plena comprensión.

El criterio pedagógico último, con el cual se realiza la unificación de los conocimientos está constituido por la llamada ley d la concentración: esta pide la integración progresiva del conjunto de los conocimientos y de los valores en torno a su natural núcleo unificador, el seguimiento de Cristo. La búsqueda del Señor en todas las cosas confiere significado y jerarquía a los múltiples componentes cognoscitivos, integrando los elementos nuevos y los ya adquiridos.

(Fuente: P. Gabriel Ángel Villa Vahos, colombia, en OSLAM n. 53)